Michelle Suárez se convirtió el martes en la primera senadora transexual de Uruguay. La abogada de 34 años asumió una banca por el Partido Comunista con el objetivo de promover la defensa de los derechos de las minorías sexuales.
De promulgarse, la nueva ley permitiría el cambio de nombre y género mediante un mero acto administrativo que no requeriría la intervención de un juez como hasta hoy. Asimismo, establece que en todos los llamados para proveer cargos públicos el 1% de los seleccionados deberían ser transexuales, lo mismo que el 2% de los becados. Asimismo, otorgaría una pensión económica a los transexuales que fueron perseguidos durante la dictadura militar (1973-1985).
Apasionada por el derecho —su vocación desde la infancia— Suárez fue la redactora de un proyecto de ley que se aprobó en 2013 y posibilitó el matrimonio entre parejas del mismo sexo en Uruguay. Un año después ganó una banca como senadora suplente y ahora su partido le hace ingresar a la cámara. El nuevo proyecto, del cual es coautora, protege a los 937 trans del país, según cifras oficiales.
En 2012, Argentina aprobó una ley que permite el cambio de identidad de género en lo físico y lo legal sin necesidad de atravesar por un proceso judicial, psiquiátrico o médico. Este año, ese país nombró a su primera jefa de policía transexual. Por otra parte, el gobierno de centroizquierda de Chile impulsó recientemente nuevas medidas para apoyar la aceptación de adultos y niños transgénero.
En Estados Unidos, el Pentágono especificó que cualquier militar transexual que ya esté en las fuerzas armadas puede volverse a enlistar en los próximos meses, incluso mientras la dependencia debate cómo aplicar la prohibición a su reclutamiento ordenada por el presidente Donald Trump.
La legisladora tenía 15 años cuando se reconoció como una mujer que habitaba el cuerpo de un hombre y su vida se transformó en un infierno, por lo que ahora trabaja para evitar que otros trans padezcan acoso.
Antes de cumplir 15, Michelle Suárez tenía un nombre masculino que hoy se niega a recordar. De niña se recuerda caminando con su madre y sus perros por los bosques de Salinas, un balneario 35 kilómetros al este de Montevideo, y aunque asegura que tuvo una infancia muy feliz, dice que con la llegada de la pubertad, cuando se declaró mujer y comenzó a vestirse como tal, sus amigos comenzaron a agredirla.
“Fue una etapa muy dura. Personas que me conocían desde la niñez pasaron a hostigarme. Todos me veían como hipersexuada, lo que me llevó a vivir situaciones muy incómodas. El papá de una compañera de clase me ofreció dinero para que tuviera relaciones con él. Yo no podía creerlo. Por el hecho de ser una mujer trans, parecía que yo deseaba los miembros de todos mis compañeros”.
Al ingresar a la Facultad de Derecho en Montevideo logró un anonimato imposible en su pequeño balneario. Aun así, se topó con un docente —especialista en derechos humanos— que se negaba a corregirle los trabajos por ser una mujer con nombre de hombre.
Michelle fue la primera mujer transexual en recibirse de abogada en Uruguay. En 2009 comenzó a trabajar como activista en pro de los derechos de las minorías sexuales como una forma de sublimar el dolor por la muerte de su madre. Dice que se sumó al Partido Comunista porque éste le ofreció un lugar para sus ideas, pero reconoce que en los países donde el comunismo llegó al poder, los homosexuales y transexuales fueron castigados y perseguidos.
“Tengo con el Partido Comunista elementos que comparto y otros que no tanto. Siempre me caracterizo por ser un bichito raro, y me manejo con una cierta independencia que los compañeros me han dado”.
Le molesta cierta concepción de algunos partidos de izquierda que —asegura— creen que la única fuente de desigualdades sociales son las relaciones económicas del capitalismo. No obstante, enfatiza que en Uruguay los derechos vinculados a la diversidad sexual comenzaron a reconocerse desde la llegada de la coalición izquierdista Frente Amplio al poder en 2005.
La primera senadora transexual de Uruguay piensa que en este campo el país está un paso adelante en América Latina, aunque demuestra atraso si se le compara con las naciones más avanzadas del mundo: “Uruguay ha evolucionado pero sigue siendo un país discriminatorio”, dijo en entrevista a The Associated Press.
Sostiene que la mayor parte de las mujeres trans es arrojada a la prostitución por sus propias familias, que las echan a la calle cuando llegan a la pubertad y manifiestan su condición. “Yo tuve a mi madre, esa es la única diferencia. Mi familia no me echó de casa”.
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